Dirección de personas: Responsabilidad de la Alta Dirección
En las décadas finales del siglo XX el avance tecnológico aplicado a los medios de producción, sobre todo la informática, cambió las leyes del mercado y la oferta superó a la demanda. Para competir, las empresas tuvieron que potenciar otras áreas y la inversión ya no se centró en la producción sino también en el mundo comercial, la calidad, la innovación, el mantenimiento, las finanzas, las compras y el control de gestión.
Una vez que todas las áreas principales de la empresa fueron potenciadas, la competitividad cada vez más creciente condujo al interés por la Dirección de Personas. Los departamentos de personal pasaron a llamarse de Recursos Humanos pero su cometido apenas cambió en la mayoría de las organizaciones. Hasta hace poco han sido, y en algunas empresas lo siguen siendo, meros instrumentos de administración de personal (nóminas, organización de las vacaciones y tramitación de altas y bajas de personal), nada que ver con la Dirección de Personas: planes de motivación, planes de formación, cultura de cambio, planificación de equipos, delegación del trabajo, clima laboral, comunicación y conciliación del trabajo con la vida familiar, por poner ejemplos.
Cuando no hay crisis, el error principal de la Alta Dirección es tener como objetivo las ganancias a corto plazo (alcanzar la riqueza lo antes posible), olvidándose de mejorar la competitividad en producto y mercado a largo plazo y no entender que en la Dirección de Personas está la clave de todo, ya que los retos que se marque la organización sólo se consiguen si las personas los hacen viables.
Los métodos de mejora 5S, Seis Sigma, JIT, Kaizen, TPM y TQM casi siempre se dirigen a mejorar el sistema productivo, a la optimización de costes y a la calidad. Pero, ¿qué sucede con lo relativo a las personas? La Dirección de Personas, responsabilidad de la Alta Dirección, tiene que obtener como resultado que la persona trabaje con libertad, con retos, en un ambiente laboral propicio, formándose continuamente y adquiriendo la cultura de cambio permanente.
De las personas depende todo y son las únicas que crean valor en las organizaciones. De ahí que el factor de éxito de las mismas depende del compromiso de los empleados.
Ángel Baguer Alcalá